martes, 8 de marzo de 2011

Ciudad de León, Nicaragua. Algunas paredes más...













Hay un tipo que está silbando. Está silbando hace una hora. Yo estoy leyendo. Estoy en la misma página hace una hora. El silbido es monótono y rápido, penetrante y estúpido. Estoy seguro que es un hombre aunque no  lo haya visto. Este silbido solo puede ser de un hombre niño. Estoy seguro, también, que si no hubiese nadie lo mataría. Lo mataría con mis propias manos, le aprieto el cuello hasta que se quede sin aire, si aire para silbar. Pero en cambio, dejo el libro y me pongo a escribir. 
Escribo sobre Nicaragua, sobre lo pies con tierra cansados y descalzos. La gente en la calle, el gallo pinto, el arroz con frijoles y la encailada. Una brisa que pega en la cara y las nicas que acarician el alma con sus palabras. El león ruge, se despierta de un sueño largo y huele a sangre, sangre de sus hijos. Y quiere venganza y justicia, se come al enemigo, a las hienas que parecían invencibles. La tierra es su tierra y juran defenderla a muerte para que nunca pase lo de antes.
Cierro los ojos y parece un sueño lejano este viaje. Los años se llevaron casi todos los recuerdos y me dejaron la cara agrietada con una mueca enfermiza. Veo los pibes jalando glue y a los gringos sacando fotos. Click, flash, fuck, shit, white trash. Abro los ojos y veo un rostro desencajado con unos ojos grandes y verdes, con un cuello blanco y estrangulado, mis manos sobre él. Mis manos desaparecen. ( Fer )



Ciudad de León, Nicaragua. El sandinismo y la imprenta de los pueblos...